«Llamadme Ismael. Hace algunos años, no importa exactamente cuántos, con poco dinero en el bolsillo y nada que me interesara en tierra, pensé en hacerme a la mar y ver la parte acuática del mundo. Es una gran forma de alejarse de la melancolía y mejorar la circulación, pero no sé por qué se me metió en la cabeza embarcarme en un ballenero».