«Las cosas que comprendemos no deberían darnos miedo», se dice a sí mismo un solitario. «No estoy seguro de nada y eso es quizá lo que más me asusta», le confiesa un hombre a su mujer cuando ya es demasiado tarde. En estos relatos los protagonistas descubren que abrazar las certezas no es suficiente para dejar atrás sus temores y que deben asomarse a aquello que los atormenta: a la pérdida, a la incertidumbre, al abuso, al fracaso, a la enfermedad, a la locura, al rechazo, al paso del tiempo; al final. Por los resquicios de Las cosas que comprendemos se escapan los miedos que laten en nuestro interior. Esos miedos que, en ocasiones, nos atrapan, pero que también nos salvan, nos empujan a «reemprender la terrible lucha». ¿Cuánto tejido debe invadir el miedo para que la vida se convierta en mera existencia?